El 10 de diciembre se cumplieron tres años del gobierno del Frente de Todos.
El balance para los trabajadores es lapidario, nada que celebrar. Pero tampoco para alimentar “esperanzas”, como se nos promete desde el kirchnerismo.
Al contrario, al desastre macrista le ha seguido una profundización de los problemas más graves que padecemos.
Todo un régimen económico, social y político está en el banquillo de los acusados de la bronca popular.
La pobreza escaló al 43% de la mano de una inflación del 100% que, como hemos señalado sistemáticamente, es el arma del ajuste de los responsables de la bancarrota nacional.
En ese empobrecimiento no están solo los desocupados cuyo número de millones es muy superior a la mentira oficial. La mayoría de los salarios están por debajo de los $155000 que alcanzará la línea de pobreza en diciembre. Y, por supuesto, más del 80% de los jubilados.
Se nos vende que tamaño sacrificio es para salir de la crisis. Falso.
El plan Massa, que es el del FMI, solo pretende brindarle una tabla de salvación a como dé lugar a los acreedores y a un gobierno sin dólares y sin oxígeno.
El viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, lo ha graficado con todas las letras: “cualquier error y tenemos un rodrigazo”. Un rodrigazo es un golpe devaluatorio con estallido de precios, contra salarios, para barajar y dar de nuevo a partir de un empobrecimiento general. Fue lo que se vivió en 1975 con ese nombre y desató una huelga general.
Una agenda de derecha con Cristina incluida
Por eso todo el debate en la clase capitalista -la que verdaderamente nos gobierna atrás de cualquiera de las llamadas fuerzas de la grieta- es si la agenda de reforma laboral, previsional, tarifaria e impositiva se hace por shock o gradualmente.
Pero no tienen otra agenda. Ni los Bullrich o los Larreta, ni Milei, ni Alberto, Cristina o Massa, a quien le han delegado la tarea del ajustazo del Fondo.
El renunciamiento de Cristina a cualquier candidatura es para despejarle el panorama al establishment, a los dueños del poder, al propio Massa que así se puede presentar ante el capital internacional como el heredero del Frente de Todos para bien o para mal. Al menos por el momento, mucha agua pasará aún bajo el puente.
La agenda que nos presentan todas las fuerzas políticas, tanto de Juntos por el Cambio como del Frente de Todos, es de derecha. Es contra los trabajadores. Es de los que fugan los capitales, de los que lucran con la deuda usuraria, de los saqueadores de nuestros recursos naturales, de nuestro trabajo, de nuestras condiciones de vida y ambientales.
A ninguno de ellos se les ocurre cuestionar las privatizaciones menemistas de las que fueron parte, la fraudulenta deuda externa, la fuga de capitales o la economía cada vez más extractivista y desindustrializada. Al contrario, el kirchnerismo ha marcado su coincidencia estratégica en que la salida son el litio, Vaca Muerta y la soja. La Argentina del saqueo de los recursos naturales por la cual han degradado y archivado toda ley de humedales.
Tampoco en materia de derechos democráticos se distancian tanto, como se aprecia en el sostenimiento del represor Berni, el Bullrich del kirchnerismo, o del propio Aníbal Fernández que viene de una represión salvaje al pueblo mapuche en favor de los intereses inmobiliarios de la Patagonia.
Eso no quita la virulencia de la guerra de camarillas políticas y judiciales que ha estallado. Al tiempo de la condena a una parte de la corrupción política -que es la del kirchnerismo mientras se va garantizando la impunidad de la causa Odebrecht y tantas otras- ha estallado la podredumbre de la Justicia misma.
Los chats escandalosos de jueces, directivos de Clarín, altos funcionarios de Larreta, servicios de inteligencia y aún un funcionario de Alberto Fernández, nos demuestran los lazos de clase de la corrupción judicial. Algo que solo puede barrer un gobierno de trabajadores, ajeno a los bandos en pugna por el control del Consejo de la Magistratura y del conjunto del poder judicial.
Por una alternativa política de los trabajadores
La burocracia sindical, en todos sus matices, integrada como está al Frente de Todos se pliega a esta agenda. Hace su labor de contención. Barrionuevo prometió que la reforma laboral la hace gremio por gremio, Baradel ya propone un convenio colectivo docente para barrer el estatuto de los docentes. Héctor Recalde y Facundo Moyano defienden una “reforma laboral que preserve derechos adquiridos”, que dejaría una minoría residual con derechos.
Es claro que las grandes luchas recientes como la del Sindicato del Neumático, la de los médicos residentes y concurrentes o tantas de sindicatos docentes o autocovocandos por toda la geografía nacional, se hacen al margen de las centrales. Lo mismo ocurre con la gran lucha de la Unidad Piquetera que ha sido vanguardia todos estos años, contra el hambre y por el trabajo genuino
No hubo un paro nacional en tres años, que debió y debe convocarse con un plan de lucha para defender los intereses de los trabajadores.
El peronismo se presenta como el Lula de Argentina, la coalición capaz de garantizar la agenda derechista del capital, gambeteando la rebelión popular que se ha hecho presente en tantos países de América Latina en el período último, como ahora en Perú contra el golpe.
Los tenebrosos bolsonaristas argentinos como Milei pescan en el río revuelto de la bronca popular, cuando son puro menemismo, puro capital financiero, puro grupos económicos, pura represión que evoca a la dictadura y por lo tanto la más pura “casta política”.
La derecha macrista se divide en torno a la tarea gigantesca de enfrentar a los trabajadores.
A la izquierda se le presenta una enorme responsabilidad. Porque madura un que se vayan todos, pero está marcado en la memoria popular que volvieron todos, o nunca se fueron.
Solo la izquierda obrera y socialista, delimitada a fuego de todas las variantes políticas capitalistas y, por supuesto del kirchnerismo, basada en ser protagonista de las grandes luchas obreras y populares, de apoyarse en ellas y de integrar a los luchadores a sus filas, puede ponerse a la altura de las tareas de la etapa.
Necesitamos una izquierda alejada de todo carrerismo electoral, que se proponga como alternativa de transformación social.
Por eso, desde el Partido Obrero, integrante del FIT Unidad, proponemos realizar sin demoras, un gran Congreso Nacional del Frente de Izquierda y los luchadores, que se coloque como referencia política nacional, con un programa de salida desde el campo de los trabajadores, con un plan de acción política y desde ese lugar con listas unitarias para enfrentar al enemigo.
Se vienen elecciones adelantadas en media docena de provincias. Vamos con esta propuesta para intervenir.
Millones esperan nuestra intervención. El Partido Obrero la pone en marcha, como lo marcamos en varias decenas de actos en todo el país con las consignas “Fuera los políticos capitalistas”, “por un movimiento popular con banderas socialistas”.
Es nuestra propuesta. Pongamos manos a la obra más temprano que tarde.
PARTIDO OBRERO
8-12-22
Foto: Andrés Ojo Obrero Fotografía