“Abajo el régimen de hambre y saqueo de los que gobernaron en las últimas décadas. Por una alternativa obrera y socialista”
A 10 meses de asumido el gobierno de los Fernández y Massa luce debilitado, empantanado, afectado por una crisis política interna, al borde de una megadevaluación del peso y, por sobre todas las cosas, hundiendo al pueblo trabajador.
El relato nacional y popular empieza a derrumbarse como un castillo de naipes.
Las ocupaciones de tierra o las autoconvocatorias de los trabajadores de la salud y la educación, como ciertas huelgas y ocupaciones de fábrica por salario o por despidos, son apenas la punta del iceberg de una enorme caldera social que levanta presión con la mitad de la Argentina sumida en la pobreza y un tercio de la población sin trabajo.
La pandemia se inserta como un componente más del fracaso asociado, sanitario y económico.
El eje con el que el gobierno afrontó la herencia macrista fue el rescate de los bonistas de la deuda, haciendo caso omiso a su ilegitimidad, a que fue destinada a la fuga de capitales y a la usura de sus tasas de interés. Esto se vio desde el primer momento con la emergencia económica que suspendió la movilidad jubilatoria, para poner a millones de personas que aportaron toda su vida al arbitrio del dedo presidencial.
Gobiernan hablando contra Macri, pero con el presupuesto 2019 de Macri. Lo cual les permite una total discrecionalidad en el manejo de las cuentas públicas, pero que no ha sido para beneficio alguno de “los más necesitados” como proclaman, sino para paralizar por completo la obra pública y golpear la salud y la educación.
De hecho, la cuarentena ha fracasado porque no se centralizó el sistema de salud –por la oposición del lobby de la medicina privada- y se evitaron los testeos masivos siguiendo la ruta del virus.
El pasaje de Argentina a los primeros lugares mundiales de contagios y de muertes por millón de habitantes, pusieron de relieve la miseria social, el hacinamiento, la crisis del transporte, el mal pago de los profesionales de la salud que luchan por la vida arriesgando la propia y por la falta de protocolos que tuvieran por eje la salud de los trabajadores y no los “costos empresariales”.
Un régimen postrado ante la presión imperialista
Logrado un canje en las condiciones de los acreedores, los propios bonos canjeados se han derrumbado. Lo que trae a la realidad no solo la inviabilidad del capitalismo argentino para sacar el país adelante, sino tendencias muy profundas de la crisis mundial capitalista.
No hay salida exportadora como en 2003, porque a diferencia del “acople chino-norteamericano” de aquella época, que motorizaba la economía mundial, tenemos una guerra comercial que ha sumido el mercado mundial en la depresión.
La pandemia solo agravó una crisis capitalista mundial que ya se caracterizaba por la fuga generalizada de capitales desde los llamados países emergentes hacia las naciones centrales, por guerras comerciales, por proteccionismos y enfrentamientos bélicos, traducidos en una disputa geopolítica de las potencias en América Latina que agrava la presión colonial sobre nuestras naciones.
La rebelión popular en medio de la pandemia en los propios EE.UU. y las primeras evidencias de una segunda ola de rebeliones populares en América Latina, en medio de la cuarentena -en Colombia, en la propia Chile, contra el golpe en Bolivia- indican que el ciclo de crisis políticas y levantamientos populares no se ha cerrado. Solo se ha postergado frágilmente por la pandemia, acumulando nuevas y explosivas contradicciones.
En este cuadro la alianza pejotista gobernante mantiene su alineamiento con Trump en el grupo de Lima, creado precisamente en ocasión del golpe de Guaidó.
El voto argentino contra Venezuela en la ONU, en conjunto con los regímenes represivos de Chile, Brasil, Colombia, Bolivia y EEUU, es un salto en esta línea proimperialista.
Nuestra completa independencia del gobierno de Maduro, sostenido en el ejército y la boliburguesia corrupta, incluso nuestro repudio a las persecuciones y a la represión contra los trabajadores en ese país, no nos impide denunciar la política de la ONU, que apoya el golpismo en toda américa latina y lleva varios intentos golpistas en la propia Venezuela.
Del canje a la devaluación
Si la resolución del canje solo dio paso a la escalada del dólar, la entrega a las garras del FMI, que ya desembarcó para intentar garantizar su propia deuda, puede ser un salvavidas de plomo, acelerando los ritmos de la descarga de la crisis sobre las masas trabajadoras.
La devaluación está en marcha. El supercepo ha desdoblado de hecho el tipo de cambio, encareciendo los costos de importación que van a precios creando inflación, por un lado. Por otro lado, la limitación de dólares a las corporaciones y a las provincias, es un factor de parálisis y recesión económica.
Cunde la desorganización económica.
Los sucesivos “paquetes” de concesiones al capital local, con rebaja de retenciones, tarifazos en las naftas, concesiones a las mineras, moratoria a los evasores, bonos de deuda en pesos atados al dólar, el retroceso en seco con la intervención a Vicentin, la licuación y postergación indefinida del “aporte solidario” de las fortunas, no han aplacado la presión capitalista por la devaluación
El supercepo, que afectaba esencialmente a la clase media, afecta ahora a las empresas que no tienen los dólares para operar.
Las corporaciones capitalistas no se privan por supuesto de hacer maniobras delictivas como subfacturar exportaciones y sobrefacturar importaciones, lo que está llevando las reservas del Banco Central hacia el cero. Ese sería el momento del descontrol devaluatorio.
El final anunciado –y conocido por los argentinos- es una megadevaluación.
La devaluación agrega nafta a la situación desesperante de la decena de millones de personas que dependieron de la IFE, ahora interrumpida como ofrenda a la misión del FMI.
Las provincias, otro escenario de la crisis
Otro frente de la desorganización económica se presenta en las provincias que no logran canjear sus deudas, ni consiguen los dólares para los vencimientos, ni sus presupuestos aguantan el peso de la bancarrota. Hay un punto incluso, en el que los impuestazos se hacen estériles por la falta de capacidad de afrontarlos por el consumo popular.
Cuando la cuarentena ya es casi una ficción, tras seis meses, el consumo popular ha caído en setiembre.
La destrucción del salario, congelado y rebajado mediante suspensiones y despidos, la caída del poder adquisitivo de las jubilaciones y la desocupación que ha saltado al 29% real, han hundido en la miseria a la mitad de los argentinos y han destruido el mercado interno.
Los gobiernos provinciales atacan de uno en fondo los sistemas jubilatorios como Córdoba, Entre Ríos y la propia provincia de Buenos Aires. Otros casos, como las provincias de Chubut y Río Negro, han caído directamente en default .
En Salta ha caído la ministra de Salud ante un cacerolazo popular de masas por los contagios y las muertes en Orán, la segunda ciudad de la provincia.
Las huelgas municipales y especialmente las de los choferes de UTA en el interior del país se inscriben en este cuadro de crisis provinciales.
La promesa presidencial de gobernar con los 24 gobernadores ha quedado en el recuerdo y cunde el sálvese quién pueda, y cómo pueda.
Abajo el pacto social no escrito, UIA-CGT-Gobierno
El sustento político de un gobierno que ya parece antiguo por su desgaste se basa en la inhibición que crea la pandemia, en la dificultad para intervenir a los trabajadores que plantea la aguda recesión económica, pero fundamentalmente en el pacto de la UIA, la CGT y el resto de la burocracia sindical con el gobierno. Incluyendo las organizaciones sociales del trío oficialista ligado al Vaticano.
Ese pacto social no escrito está costando muy caro a los trabajadores, en miseria social, destrucción de las jubilaciones, y aún en contagios y muertes ante el completo fracaso de la política sanitaria que nos ha colocado entre los países más afectados del mundo.
La derecha no ha salido de su propio fracaso macrista, y si no se ha dividido completamente es porque el gobierno le da todos los días los motivos para resucitar, aunque de fondo no tengan alternativa alguna al plan o la falta de plan oficial, como se le quiera llamar.
Es la propia burguesía la que está a la deriva, dividida, con choques interiores y sin alternativa de salida ante la crisis. Lo prueba que mientras reclaman subsidios y rebajas de impuestos de todo tipo apoyan el canje de la deuda y al FMI, lo que supone el aumento de recursos fiscales, no rebajas.
La tarea política de quienes defienden a los trabajadores no es apoyar al gobierno en nombre de la desestabilización de la derecha sino enfrentar todas estas variantes de la burguesía que han llevado a la bancarrota actual.
Del fracaso macrista estamos pasando al fracaso pejotista.
Falso progresismo
El ajuste fiscal que reclama el FMI ya lo viene aplicando el gobierno contra los estatales y docentes de todo el país.
La explosividad social de la política de bajar el gasto la puso de relieve el motín policial en la provincia de Kicillof, que terminó con la concesión del 40%, pero como excepción a quienes son el instrumento de represión de los demás trabajadores.
Esa plata no está para los médicos y enfermeras que entregan su vida. Tampoco para quienes educan a nuestros hijos o para estatales y municipales.
Y para dar el aumento a la policía apelaron a sacar recursos de una jurisdicción contra otra, confesión si las hay de que el ajuste está en marcha. El mensaje de Kicillof y Berni fue “para los trabajadores no alcanza”.
El permanente retroceso de los amagues “progresistas” no tiene al gobierno por víctima de la presión de la derecha. Retrocede por su propia naturaleza y por los intereses sociales en los que se apoya, sea el caso Vicentin o tantos otros.
Es lo que pasa también con el aborto legal que el Presidente transformó en la bandera de derechos civiles cuando tenía que cubrir el ataque a los derechos sociales. Pero también naufragó en el compromiso con los cleros reaccionarios para tenerlos consigo a la hora de la contención de la revuelta social.
El gobierno es también responsable del reforzamiento y la barbarie del aparato represivo que ha cobrado víctimas como Facundo Castro por toda la geografía nacional.
La tozuda defensa de Berni al frente de los temibles cien mil hombres de la tenebrosa bonaerense expresa la definición última del kirchnerismo a la hora de qué Estado y qué régimen social defiende.
Como ocurre ahora mismo en la política de desalojo de Guernica y de cientos de asentamientos de familias trabajadoras sin techo.
La crisis por arriba
Que la Corte Suprema empiece a tener definiciones que arbitran en la crisis, solo indica que las instituciones naturales del régimen constitucional naufragan.
Por eso se ha desencadenado una pelea feroz por el control de aparato judicial y aún de la Corte, lo que incluye la impunidad de las camarillas complicadas con la corrupción de Estado, con el espionaje y los negociados del poder, sean del kirchnerismo o del macrismo.
La magnitud de la crisis plantea la cuestión de la continuidad del gabinete y la definición del centro de gravitación política al interior de la coalición gobernante. El capital exige que Alberto Fernández refuerce su autoridad personal para llevar la agenda de los Techint, de los Bulgheroni, de los bancos o el capital agrario que es la misma del FMI: reforma laboral hasta el final, reforma previsional a fondo, más impuestazos y tarifazos.
Los trabajadores tenemos que abordar este cuadro de aceleración de la crisis, en la conciencia de que una debacle de esta magnitud plantea qué clase social la paga, y a su turno cuál de ellas toma las riendas de la salida que inexorablemente conlleva una reorganización económica y social.
Por parte de la mayoría laboriosa o contra ella.
Refutamos la cháchara del falso progresismo de ciertas corrientes kirchneristas en el sentido de que el poder está en manos de “un gobierno en disputa”. Cristina Kirchner compartió la cabecera política en la reestructuración de deuda, en el robo a los jubilados, en reducir las paritarias a cenizas, en la convocatoria al FMI, en sostener a Berni contra viento y marea.
La hora reclama la urgente intervención de los trabajadores…
Los trabajadores luchan de manera heroica en los más diversos lugares de nuestra geografía, como lo demuestra la ola de ocupaciones de tierras mediante la cual el pueblo trabajador ha tomado en sus manos la falta elemental de un techo para sus familias.
Las 2.500 familias que se organizaron en Guernica para luchar por un lote de tierra para construir sus viviendas son apenas la más visible y masiva de una ola de asentamientos de ese tipo en los cuatro puntos cardinales del país. La respuesta represiva del régimen en cada provincia retrata su parasitismo para resolver los problemas de los trabajadores.
Lo mismo se aprecia en la valiente lucha de los obreros de Algodonera Vicentin en el norte santafesino, que acaban de retomar la huelga que llevaron adelante durante 75 días, aún en medio de la disputa capitalista que desató la monumental y fraudulenta quiebra de este enorme grupo económico.
Esa tendencia de lucha se evidencia en las autoconvocatorias de los choferes del interior para quebrar la entrega de la burocracia de la UTA; en la huelga autoconvocada de los docentes misioneros que arrancaron un aumento tras la entrega de la burocracia sindical de la CTA; en la tenaz lucha de los obreros rurales de Río Negro por su salario; en los paros de Conadu Histórica en las universidades del país; de los obreros de Dánica contra el ataque a su encuadramiento; de los trabajadores aeronáuticos de Latam; como también en la lucha de los obreros del neumático con el Sutna a la cabeza que rompieron los techos paritarios.
En el comienzo de la cuarentena los obreros de la carne del Frigorífico Penta de una patronal kirchnerista fueron brutalmente reprimidos por la Bonaerense Berni y siguieron su lucha.
Y así podríamos seguir enumerando largamente luchas obreras que se suceden en toda la geografía nacional.
Esto nos plantea a los luchadores y a la izquierda que intervenimos en el movimiento popular, el desafío de una estrategia de organización de los trabajadores que solo puede estar guiada por el interés de conjunto.
Para ello el Partido Obrero plantea defender a muerte la herramienta del frente único de clase.
Lo que es válido para la lucha de la juventud, por trabajo, por educación, contra la precarización que la somete a la superexplotación.
Es el papel jugado por el Plenario del Sindicalismo Combativo y los frentes antiburocráticos en las organizaciones obreras, como en el movimiento de la mujer por el aborto legal, en torno a la responsabilidad del Estado en la violencia de género o el movimiento ambiental contra la depredación capitalista, que se emparenta con la depredación laboral y social.
Los sindicatos son de los trabajadores, no de la burocracia sindical. Exigimos su ruptura con el gobierno a todas las centrales obreras: CGT y CTAs.
Pero no esperamos nada de la burocracia sindical que ha pactado con todo los gobiernos. Por eso impulsamos asambleas y plenarios de delegados mandatados por todas las reivindicaciones del movimiento obrero: salario equivalente a la canasta familiar, 82% móvil, reparto de las horas de trabajo disponible sin afectar el salario, la estatización y puesta a andar bajo gestión de los trabajadores de toda empresa que cierra.
La CGT no tiene mandato para pactar con el gobierno y el FMI.
Impulsamos un Congreso de delegados con mandato de las bases de todo el movimiento obrero.
… y la izquierda en la crisis
La izquierda obrera y socialista tiene responsabilidades enormes, porque los grandes saltos y giros en la conciencia popular se producen en este tipo de encrucijadas históricas como las vividas en 2001 y en el pasado.
La bronca popular crece cada día por el derrumbe de las condiciones de vida de la mayoría de la población.
La oposición cambiemita agita los “banderazos” pero cierra filas con el gobierno en todas las cuestiones estratégicas que se oponen al interés de los trabajadores.
La intervención tenaz en las luchas sociales distingue a la izquierda.
Nos destacamos por desenvolver un programa de independencia política de los bloques dominantes. Aquellos que durante las últimas décadas ha sido responsables del hambre y el saqueo de nuestras riquezas.
El propio programa común desenvuelto por el Frente de Izquierda desde el comienzo de la pandemia nos convoca a ganar la iniciativa política ante los momentos de giros políticos copernicanos que atravesamos:
La centralización del sistema de salud bajo control de los trabajadores del sector; los protocolos elaborados y controlados por los trabajadores para preservar la salud frente a la pandemia; la inversión masiva necesaria en salud, el otorgamiento de un seguro a los que no tienen ingreso de $30.000, un plan inmediato de tierras y de 100 mil viviendas para los sin techo, mediante un impuesto progresivo a las grandes rentas y fortunas capaz de recaudar u$s20.000 millones; la defensa de las jubilaciones, del 82% y la Anses terminando con el trabajo en negro y con las rebajas de aportes previsionales; el reparto de las horas de trabajo disponibles entre todos los trabajadores para poner fin a la desocupación; la lucha por un salario equivalente a la canasta familiar; el no pago de la ilegítima y usuraria deuda externa y su investigación; la nacionalización de la banca, los recursos estratégicos y el comercio exterior.
Este programa es parte de una salida de los trabajadores a la crisis. El fin último del Frente de Izquierda como herramienta de independencia política de la mayoría laboriosa nacional, es justamente el gobierno de los trabajadores.
Proponemos al Frente de Izquierda una campaña nacional de acción política, de actos y movilizaciones para intervenir en la crisis con nuestras consignas y con la salida de los trabajadores.
Al mismo tiempo les planteamos preparar la convocatoria a una segunda Conferencia Latinoamericana y de los EE.UU., para dar continuidad al gran reagrupamiento logrado en vistas a las luchas que ya recorren el continente y que con seguridad se agudizarán.
Ahora es cuando, para ganar la iniciativa política de la izquierda obrera y socialista que la hora reclama mediante un plan de acción y lucha política y movilizadora.
Manifiesto aprobado por unanimidad en el XXVII Congreso del Partido Obrero
Foto: Daniel Peluffo Ojo Obrero Fotografía