El viaje de Biden a Europa forma parte de los planes de la Casa Blanca por redoblar la apuesta, aumentar el despliegue militar en la región, acentuar las hostilidades y las represalias y avanzar en una escalada de mayor alcance contra Rusia y, de un modo más general, en los objetivos estratégicos del imperialismo. Esta decisión de Washington se alimenta en la evidencia del empantanamiento en que se encuentra el operativo bélico de las fuerzas rusas.
Están a la vista las atrocidades que viene llevando adelante el ejército ruso. A Putin no le tiemblan las manos en estos ataques despiadados, como lo ha probado la carnicería contra el pueblo checheno o, más recientemente, en su intervención contra la rebelión en Kazajistán. La incursión militar de Putin pretende someter a Ucrania en función de los intereses y apetitos de la su propia camarilla y la nueva burguesía oligárquica restauracionista rusa, en su pulseada con Occidente. Putin concibe al este ucraniano como una pieza de ajedrez geopolítica y prenda de negociación con Occidente, no como parte de un combate de los pueblos del mundo contra el imperialismo.
La invasión rusa debe ser repudiada pero planteando, al mismo tiempo, una condena sin vacilaciones a la Otan. El agravamiento y prolongación de la guerra ucraniana que se vislumbra terminará de sacarle la careta al imperialismo y echar luz frente a la opinión pública ucraniana y mundial de la hipocresía de las principales metrópolis capitalistas que les interesa un bledo la suerte del pueblo ucraniano que viene siendo utilizado como carne de cañón -al igual que el resto de los pueblos de Europa del Este- para un avance económico, diplomático y militar imperialista en la región, que ha ido de la mano de la expansión de la OTAN. Zelensky viene utilizando el sentimiento de defensa nacional que despierta la agresión militar rusa en el pueblo ucraniano para reforzar este alineamiento con las potencias occidentales, o sea, una manipulación política de la población de carácter proimperialista.
Estamos frente a un conflicto que se desarrolla hace años y que tiene como primer y gran responsable al imperialismo.
Ucrania ha sido convertida en una colonia de los imperialismos yanqui y europeo, del FMI y de la Otan. Tiene una deuda de 12.000 millones de dólares con el FMI y es víctima de un feroz ajuste que la ha convertido en la nación más pobre de Europa. Esta acción se inscribe en la penetración y colonización más general de Europa del este y apunta, como objetivo último, contra Rusia, a la cual ha ido cercando militarmente.
Entre tanto, la guerra de Ucrania ha provocado un salto en la crisis capitalista mundial. Para el trabajador argentino este problema es de sumo interés porque las medidas económicas de boicot a la producción y el comercio con Rusia vienen dislocando el mercado mundial y han producido una estampida de precios en los combustibles y alimentos, en primer lugar. Pueblos enteros en Asia y África están siendo condenados al hambre. Tampoco escapan a sus efectos los países desarrollados cuya población está sufriendo un enorme golpe a sus bolsillos en los servicios de gas, electricidad y en la nafta. Y en Argentina, se potenciarán los tarifazos y una supercarestía en los alimentos, que quieren que afrontemos con salarios devaluados y mayoría de trabajadores precarizados y/o desocupados. Sobre la súperinflación bajo la cual vivimos y con el plan de ajuste que el gobierno pactó con el FMI, viene encima la repercusión económico-social de esta guerra.
Pero no todos pierden con la guerra en la sociedad capitalista: los monopolios armamentistas, los pulpos petroleros y los capitalistas agrarios que quieren cobrar íntegros los siderales precios internacionales, se están forrando de guita como nunca. A pesar de que el costo de la producción nacional es sensiblemente inferior al internacional, quieren que paguemos esos precios de expropiación del bolsillo de los trabajadores.
El gobierno de Fernández se ha colocado del lado de la Otan. Y aplicará nuevos ajustes que se sumen a los que está ejecutando por el pacto con el FMI.
El gobierno que pacta con el FMI para descargar la crisis sobre nuestro pueblo no puede denunciar el plan de ajuste que ese mismo FMI aplica sobre el pueblo ucraniano.
A un mes de iniciada la guerra en Ucrania, crecen las víctimas y tres millones de evacuados y refugiados han debido abandonar sus hogares para salvar sus vidas. La guerra amenaza con extenderse por Europa y hasta ser la base de una guerra mundial.
“Guerra a la guerra”. Fuera la Otan y el FMI de Ucrania y el este de Europa. Abajo la burocracia restauracionista de Putin. Fuera las tropas rusas y los bombardeos a Ucrania. Por la unidad de los pueblos de Rusia y Ucrania. La única salida antiimperialista y en favor de la autodeterminación de Ucrania es la que pueden dar los trabajadores mediante una Ucrania unida y socialista, en hermandad con los trabajadores rusos, por una federación socialista como la que instauró la revolución de octubre de 1917.
El enemigo está en nuestros propios países: son las clases dominantes que nos llevan a la guerra y la barbarie. La salida de la humanidad está en manos de los trabajadores. Por gobiernos de trabajadores y el socialismo que apunte a una reorganización social del planeta sobre nuevas bases sociales
Por aumento de salarios, jubilaciones y planes de desocupados indexados al costo de vida. No al hambre. No al pago de la deuda.
Unamos nuestra lucha a la de los trabajadores del mundo contra la guerra y la explotación.