Lino Barañao, la transición organizada por Monsanto


La continuidad del ministro  Lino Barañao ha sido saludada como un gesto de madurez política y de “continuidad de políticas públicas”.  Detrás de los ascépticos términos de  “ciencia y tecnología”,  pareciera asomar un rubro distante de la agenda económica y social más candente.  A poco de andar, sin embargo, nos encontramos con que la continuidad de Barañao es estratégica:  bajo el gobierno “nac & pop”,  el ministro actuó como un lobbysta desenfadado de Monsanto. Es de recordar que el científico Andrés Carrasco, recientemente fallecido,  realizó en el CONICET investigaciones que daban cuenta de la toxicidad del glifosato en múltiples aspectos.  Después de estos hallazgos,  Barañao realizó una moción de “ética” contra Carrasco,  lo discriminó laboralmente y terminó apartando al propio Conicet de esas investigaciones.  El ministro llegó a impedir la participación de Carrasco en un panel de la Feria del Libro, y desacreditó por todos los medios sus trabajos. 


 


Durante la gestión Barañao, el  presupuesto de ciencia y tecnología nunca superó su miseria crónica, que lo sitúa por debajo de punto porcentual del PBI.  Los becarios han soportado la precarización laboral permanente.  La contrapartida de la asfixia presupuestaria es el sometimiento de la investigación científica al capital privado, a través de convenios en los que Barañao ha sido un animador central.  El ministro formó parte de la Agencia de Promoción Científica desde los años del menemismo,  y ha colocado el centro de su labor en los convenios con empresas privadas, en particular, aquellas ligadas al agronegocio. 


 


Hace algunas horas, Cristina aclaró que Barañao asumió con su consentimiento.  La “política de Estado” que representa el ministro es muy clara:  el rescate del modelo sojero, aún cuando éste ha entrado en crisis como resultado del derrumbe de los precios internacionales y el parate de la economía china.  


 


La continuidad de un ministro K en el gabinete PRO delata a los “nacionales y populares”,  que en su gobierno blindaron a los pulpos agroquímicos a expensas de los gravísimos daños ambientales y sanitarios soportados por poblaciones enteras.  Kirchnerismo y macrismo reconocen así un denominador común en una cuestión de carácter estratégico, que ha llevado  al agravamiento de la dependencia financiera y tecnológica del  país  junto a incontables daños ambientales. “Cambio y continuidad”,  en beneficio de Monsanto. 


 


Marcelo Ramal

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